lunes, 20 de junio de 2011

Varsovia



Un hombre espera en la estación de autobuses de Grenoble. Dentro de poco aparcará a su lado el autobús que le llevará al aeropuerto donde tomará el avión que lo devolverá a España. Hace años que visita esa ciudad con asiduidad por motivos profesionales. Ya no se siente extranjero, ni tiene que consultar mapas y horarios para saber dónde ir ni qué hacer. Puede moverse por sus calles con la misma facilidad que lo haría en Madrid. Por eso, no presta atención a las pantallas y entretiene los intervalos de espera leyendo “Muy interesante”.

Pero hoy algo llama su atención, delante de sí hay un autobús con un letrero en el que circula como goteando la palabra “Varsovia”. Nunca hubiera pensado que en esa estación se pudiese coger un autobús a Varsovia. Los autobuses que había visto en ocasiones anteriores solo hacían recorridos regionales. Varsovia estaba muy lejos. Por otra parte, ¿Cuánta gente en Grenoble estaría interesada en ir a Varsovia diariamente? Tal vez el autobús solo viaje una vez al mes. En cualquier caso, si él tuviera que viajar de Grenoble a Varsovia, lo primero que haría sería coger el tren de alta velocidad a París, y luego tomaría un vuelo a Varsovia. Lo vuelve a leer, ‘Varsovia’. Quería asegurarse de que no estaba soñando. ‘Varsovia’, en efecto no se había equivocado. Y de repente, siente unos deseos irrefrenables de subirse a ese autobús ¿Qué pasaría si se atreviese a subir? Dejaría atrás su vida rutinaria, su familia, su trabajo. Una vez en Varsovia, tomaría otro autobús, quizás a Moscú, o a Viena, o a Estocolmo, y así recorrería toda Europa ¿De verdad era tan fácil? No sería un recorrido como esos que organizan las agencias de viaje con un itinerario prefijado y los hoteles reservados. El itinerario sería desconocido y los lugares a visitar no estarían elegidos en función de su interés turístico sino de la programación de las diferentes redes de autobuses y del azar. Llegaría a una ciudad, miraría los letreros de los autobuses y se subiría a aquel que sus deseos le indicasen. Y así, hasta cansarse, o hasta encontrase a sí mismo que probablemente sean la misma cosa.

Siempre había mirado los mapas con fascinación ¿Sería posible visitar todos los rincones del mundo antes de morir? Desde luego, merecería la pena. Solo así podría decir que lo había visto todo. Ya sé, ya sé que nunca se ve todo, siempre quedaría el mundo microscópico, y los lugares fuera de nuestro planeta. Los paisajes también cambian con el tiempo. En cualquier caso, esa era la mejor aproximación a ‘verlo todo’ que él conocía y su sueño desde siempre.

Si esto fuese un cuento diría que ese hombre se subió al autobús y nunca más volvió. Pero no fue así. Pero lo cierto es que nunca olvidó ese día y frecuentemente lo rememora tratando de comprender por qué le había impresionado tanto ese letrero. Quizás le enseñó que a veces para conseguir nuestros sueños basta simplemente con tomar el primer autobús, y luego el segundo, y...

Han pasado muchos años desde ese día, y aún se pregunta si aquel letrero fue real. A pesar de que ha seguido visitando Grenoble frecuentemente, nunca volvió a ver otro autobús con ese destino. Podría visitar Varsovia en cualquier momento, pero le gustaría subirse a ese autobús que vio tantos años atrás. Este año se jubila y quiere obsequiar a su familia con un viaje por toda Europa. Viajarán en autobús y no fijarán el itinerario de antemano. Desde luego, pasarán por Varsovia.

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